viernes, 6 de marzo de 2009

PRTXT 9.1

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El domingo no termina de amanecer.
Apenas 15 centímetros me separan de la realidad que pasea por la calle.
La ventana se apiada de nosotros, no teniendo autonomía de acción, mantiene la boca de la vida cerrada.
El silencio de la casa anula la gravedad de los objetos, y yo floto al caminar, sin sentir mi cuerpo. Como si estuviera dando mis primeros pasos.

De algún modo soy otro, cada día amanecemos siendo otros, o quizás solo sea haberme despertado con el gusto a las muertes chiquitas.

Doy dos pasos y debo meditar el tercero, hay un desgano sano, como una bruma mágica que me envuelve los ojos.
Miro por la ventana y gracias a Dios, el cielo esta ausente, una crema gris y desprolija ocupó su lugar.
Llueve.
De un modo u otro la ciudad se ausenta cuando por sus calles, vaga como una vieja harapienta la “desaparición”.
El mundo se mudo de tiempo.
Hoy, vos y yo estamos solos, el paradigma lo inventamos nosotros. El contexto, se escribe sin texto, con gestos, en silencio, sin voz, con vos.
Necesito el olor a café recién hecho.

Tomo dos tazas blancas, las apoyo y están manchadas, mi mano izquierda está colmada de color Rojo.
Tomo el recipiente del café, y el destello de su inoxidable expresión me astilla la mirada, me repongo y lo apoyo. Esta manchado, mi mano derecha esta colmada de color Azul.

Me siento a ver la lluvia, mientras el vapor del café asciende, la casa es una sinfonía de intensos olores a desayuno.
Hay colores primarios, colores sobrios, colores desaturados, colores vivos, colores Santos.
“dulce es este vientosopla en mi corazón”

Sentado, me miro las manos y sonrío.
Tu Vos en mí destiñe


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